Juanma Cueto | 18 de diciembre de 2018
¡Vaya lección! De repente. Por sorpresa. Justo después de la rueda de prensa previa al partido entre el Mónaco y el Borussia Dortmund correspondiente a la última jornada de la fase de grupos de la Champions. Thierry Henry, el técnico del equipo monegasco, “regaña” a su futbolista Löic Badiashile por no dejar bien colocada la silla. Un gesto insignificante para muchos y grande, muy grande, para todos aquellos que fomentamos la buena educación por encima de todo.
Fue una leyenda como jugador y esta temporada, en su primera experiencia como primer entrenador, ejerce de maestro. Un novato de los banquillos transformado en un sabio de la vida. Un “profe” perfecto para un chaval de solo 17 años con aires de grandeza sin prácticamente salir del cascarón. El cordón umbilical se rompió hace poco, pero la clase magistral de Henry siempre perdurará en el tiempo. Unos segundos han servido para que el niño se haga hombre en educación, valores, responsabilidad y calidad humana.
El gesto de Henry debería hacernos reflexionar sobre palabras clave de la vida aplicadas al fútbol: compromiso, apoyo, pasión, respeto, humildad, entusiasmo, actitud o solidaridad. Las redes sociales muchas veces contaminan a los niños con mensajes peligrosos, pero esta vez, afortunadamente, se han convertido en una escuela perfecta de aprendizaje con miles y miles de visitas empapándose del “momentazo” del maestro galo. Comunicación no verbal. Un toque de atención a su pupilo. Mirada fulminante y un leve gesto con las manos.
Lección de educación. Las mismas que impartía en el terreno de juego con un palmarés solo apto para estrellas. Fue campeón del mundo y de Europa con la selección francesa, triunfó en el Mónaco y el Arsenal ganando ligas y copas y también subió al Olimpo de los dioses del fútbol conquistando la Bota de Oro en la temporada 2003-04 o el trofeo al máximo goleador de la Premier por partida doble. Un aval perfecto para ser respetado dentro y fuera del césped. Sus jugadores lo admiran. Badiashile fue testigo, en primera persona, de un curso acelerado de valores.
Los niños necesitan buenos guías. Grandeza de espíritu. Seguir el camino correcto. Buena salud. Imitar a iconos del deporte, como Rafael Nadal, Pau Gasol, Andrés Iniesta, Fernando Torres, Vicente del Bosque o Juan Carlos Navarro, siempre es positivo, pero desgraciadamente los ejemplos no abundan. El dinero confunde. Las cifras astronómicas mal administradas son sinónimo de fracaso en materia educativa. Falsos ídolos. Neymar debería aprender con letras mayúsculas lo que significa respetar a un rival en el terreno de juego. Hacer un caño o una lambretta con el partido decidido es una falta grave de educación. Lo mismo que Cristiano Ronaldo cuando rechaza celebrar los goles de un compañero por envidia o cuando Messi pega un pelotazo al público. Gestos que hacen daño al fútbol y a los “peques”. Reírse del contrario, escupir o insultar no es de recibo. Un suspenso mayúsculo. Roja directa en modales. Orgullo herido. Sería bueno invitar a Henry a la escuela y escuchar su discurso mil veces.
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Hay que desterrar pautas incorrectas de comportamiento. No todo vale en un mundo tan profesionalizado como el fútbol. Iker Casillas y Xavi Hernández se fundieron en un abrazo cuando recibieron hace años el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes como símbolo de compañerismo y excelencia personal. Un apretón de manos que llegó directo al corazón de los colegios. En el recreo se habló de valores por encima de la histórica rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona. Decía Johan Cruyff que “Mourinho es un gran entrenador, pero un mal ejemplo porque hay cosas más importante que la polémica sobre los resultados”. Yo me quedo con Henry. Defiendo a todos aquellos que utilizan el balón como metodología para enseñar. Es imprescindible formar bien. No olvidemos que el fútbol acapara los principales focos del deporte mundial. Un escaparate perfecto para que el fair play destierre a los maleducados. Los jugadores representan a los clubes y a los aficionados. Toca estar a la altura y ser responsables. Henry me maravilló como futbolista y ahora como educador.